El encargo es convertir una antigua fabrica de vinos, con más de 200 años, en un hotel en medio de la Toscana; un lote a dos horas en carro desde Florencia.

Es imposible pensar en esta región sin tener en cuenta su historia, su arte y su paisaje. Un proyecto en el que tiene que haber una coexistencia, codependencia y coherencia entre los diferentes elementos y características de la zona.

Así, el edificio se transforma en una continuación de una historia, una entidad
compuesta por materia, geología, agricultura y arte. Dándole otro significado
a la belleza y la funcionalidad, manteniendo una atmósfera donde el exterior
es tan importante como el interior, donde todos los sentidos se mezclan y
potencializan.

El hotel cuenta con 9 habitaciones de aproximadamente 32 m2 cada una. Se
entiende el recorrido como el elemento más importante del proyecto, donde de
manera casi sensual, se va descubriendo y enmarcando cada espacio, cada
paisaje y cada textura.

​

La intervención dentro del edificio se hace de manera respetuosa resaltando su historia por medio de su arquitectura. Se plantea intervenir únicamente el piso, el cual se va convierte en una especie de manto, que permite dar paso al nuevo uso de hotel.

En la primera planta se ponen los servicios, oficina administrativa, cocina y comedor principal; en la segunda planta se desarrolla el lobby de acceso y 4
habitaciones con vista al bosque; en la tercera y última planta, se encuentran el resto de las habitaciones. Cada una cuenta con una cama king, una cama o sillón auxiliar, y un mueble que divide el espacio para darle privacidad al baño, y que sirve de closet y tocador.

Sin embargo, los nuevos espacios se desarrollan al exterior del edificio, acercándose a el de una manera contemporánea, pero sobre todo respetuosa. Es justamente esta intervención, la que desarrolla las nuevas circulaciones que resaltan la historia de lo existente.

​

​

​